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LA TRAGEDIA DEL MERCANTE VALLE DE MENA.  Manuel Rodríguez Aguilar.  (21/04/2011)
Del libro Marina Mercante en el País Vasco (1960-1990). - http://www.baixamar.com/
Del libro Marina Mercante en el País Vasco (1960-1990).

  El martes 3 de abril de 1962 llegaba desde La Haya una noticia que recogían los periódicos nacionales. Se trataba de un mensaje recibido a través de la Estación de radio francesa de Burdeos-Arcachon. La noticia decía lo siguiente: “La motonave española VALLE DE MENA se encuentra a la deriva en el Golfo de Vizcaya después de haber sufrido una avería en las máquinas.” Además, aportaba la situación: “latitud 45º 35’N y longitud 04º 04’W”, a unas 140 millas de Burdeos Terminaba diciendo que “algunos buques han salido en busca de la motonave, aunque hasta ese momento no habían encontrado rastro de ella.” A todo esto había que añadir que en la zona señalada existía un violento temporal y que el carguero español había solicitado por radio urgente asistencia de remolque, por lo que la avería tenía que ser de consideración.

  Un día después, la noticia era más preocupante: “El VALLE DE MENA se teme esta noche que se haya perdido en el Golfo de Vizcaya, según los mensajes radiados recibidos en Brest.” El pesquero español MARÍA JESÚS comunicó por radio que en la zona indicada, a unas 100 millas de Burdeos, había encontrado restos de un buque y un bote salvavidas con dos cadáveres, aunque no podía asegurar que se tratase del mercante español. La tragedia empezaba a tomar forma, otra más que sufría un colectivo tan sacrificado como es el de los hombres de la mar. No obstante, había que ser prudente por la confusión y desinformación que suele envolver casi siempre los sucesos marítimos. Incluso desde los propietarios del mercante llegaba el siguiente comunicado: “Seguramente los equipos de rescate no encuentran al barco porque ha conseguido reparar las averías y al dirigirse a puerto ha salido de la zona en la que se le busca. No hay que darlo por perdido”. Muchos mantenían la esperanza de encontrar al buque y a sus tripulantes sanos y salvos.

  En poco tiempo esas esperanzas se desvanecían cuando empezaron a confirmarse los primeros detalles del desastre. A las 18:25 horas del día 5 de abril, el patrón del pesquero ARRIZABALA-ECHEVARRÍA, comunicaba haber descubierto en la posición: latitud 45º 29’N y longitud 03º 15’W, un bote salvavidas con un cadáver y otro bote idéntico con la quilla al sol en el que había un hombre pidiendo socorro. También había avistado un gran tanque a la deriva en medio del temporal. Ambos botes pertenecían al VALLE DE MENA. Con gran dificultad pudieron izar a bordo al herido y le aplicaron todos los cuidados que podían proporcionarle. El hombre se encontraba en grave estado porque debía de llevar en el bote, según cálculo de sus rescatadores, unas veintitrés horas. También recuperaron el cuerpo que estaba en el otro bote. Con posterioridad se supo que el cadáver correspondía al segundo maquinista Leandro Santamaría Guerecaechevarría y que el herido era el marinero Jesús Facál Canizas.

  Desde el pesquero de Ondarroa ARRIZABALA-ECHEVARRÍA habían captado la llamada de socorro del VALLE DE MENA (que estaba escorado por el corrimiento de la carga) alrededor de las ocho de la mañana del mismo martes cuando se encontraba en plenas faenas pesqueras. En cuanto estuvo listo se dirigió hacia la situación indicada a la máxima velocidad que le permitían las condiciones de la mar y los 600 HP de potencia de su motor. Allí coincidió con el destructor de la Royal Navy HMS CAMPERDOWN (D-32) a la vez que eran sobrevolados por un avión de patrulla marítima Lockheed P-2 Neptune de la Marine National francesa. Después de recorrer la zona durante varias horas no pudieron avistar nada. Mucha culpa la tuvo el fuerte temporal que les impedía navegar, por lo que decidieron poner proa a Pasajes. Así narraban sus tripulantes los primeros momentos a su llegada a Pasajes:

  “Nos dio mucha pena no localizar al VALLE DE MENA después del esfuerzo realizado. Seguimos a pesar de todo, con la vista alerta para descubrir el más mínimo detalle. Al tiempo de navegar un rato divisamos una lancha a la deriva. Pusimos más máquina y en medio de un temporal terrible nos acercamos al bote. Sólo había un hombre y cadáver. Estaba tirado en el fondo y con los brazos y pies en alto. Nos impresionó, la verdad. Continuamos navegando con las esperanzas de descubrir a los supervivientes. Al poco avistamos otra lancha, quilla al sol, de la que salían angustiosas voces pidiendo auxilio. Nos acercamos cuanto pudimos, pero era imposible echar un chicote en el bote. Las olas, como grandes peñas de agua, nos barrían el barco. Nos atravesaban las olas, pero el patrón de pesca, Lázaro Larzábal, para cuando nos dimos cuenta se había amarrado un chicote y se lanzó al agua. Estar en cubierta era un peligro y nosotros, a fuerza de golpes y bien amarrados, pudimos sostenernos mientras él nadaba como un loco hacia el bote. Lo veíamos subir y bajar por las olas, hundirse, flotar, pero Lázaro reaccionó enseguida.”

  Ahora es el propio Lázaro el que relata los detalles del salvamento: “Rompí amarras y me até al herido. Entonces desde el pesquero tiraron del chicote y nos subieron a bordo.” En este punto, los tripulantes continúan su narración:

  “El herido estaba muy grave. Le dimos cuanto teníamos a bordo, le desnudamos, cambiamos de ropa. El mismo se estiraba hacia abajo la camiseta porque tenía frío. Le dimos café, coñac, le practicamos la respiración artificial durante largo rato, le pusimos calor. Nosotros veíamos aquello muy mal. Se nos iba el hombre y estábamos angustiados después de recogerle con vida.”

  Había que llegar a puerto lo antes posible: “Pusimos toda máquina a Pasajes. Las 130 millas de distancia que teníamos las cubrimos en nueve horas y algo más, y eso que traíamos enfermo al engrasador. Nos multiplicamos en el esfuerzo y entramos en Pasajes. Le echamos corazón a la navegación.” En el muelle esperaba una ambulancia. Al herido se le trasladó inmediatamente a San Sebastián, pero ingresó ya cadáver en el Hospital de la Cruz Roja.

  La compañía Vasco Madrileña de Navegación se constituyó en 1943. Sin embargo, hasta 1957 no contó con flota propia por las dificultades en las ayudas de financiación a la construcción de buques. Precisamente, el primer buque que recibió fue el VALLE DE MENA, matriculado en Bilbao. Lo construyó el astillero Tomás Ruiz de Velasco, S.A., en Erandio. Fue botado el 14 de junio de 1957 y seis meses más tarde se entregó a sus propietarios. Se trataba de un buque con casco de acero de 67,50 metros de eslora total, 59,40 metros de eslora entre perpendiculares, 9,80 metros de manga total, 5,50 metros de puntal de trazado y 4,83 metros de calado. Tenía 999 toneladas de Registro Bruto, 571 toneladas de Registro Neto y 1.475 toneladas de Peso Muerto. Su motor diesel Atlas Naval desarrollaba 1.480 BHP a 300 r.p.m. le proporcionaba una velocidad de servicio próxima a los 12 nudos (en pruebas alcanzó 13 nudos). En la Vasco Madrileña de Navegación tenía un gemelo, el CONCAR, construido un año después del VALLE DE MENA.

  El VALLE DE MENA había cargado en Altos Hornos de Vizcaya, de Bilbao, alrededor de 800 toneladas de chapa de acero en bobinas y su destino era el puerto alemán de Emden. Cada una de las bobinas pesaba unas siete toneladas. Partió el día 2 de abril, aunque esa misma noche tuvo que parar por avería en una de las bombas de combustible. Su tripulación en el fatídico viaje estaba compuesta por dieciocho hombres: Elías Fernández Regulez, capitán; Antonio María Santamaría Guerecaechevarría, primer oficial; Patricio Llanos Sánchez, segundo oficial; José Escribano Beotegui, primer maquinista; Leandro Santamaría Guerecaechevarría (hermano del primer oficial), segundo maquinista; Juan Bautista Fernández Perales, tercer maquinista; Antonio Pagoaga Echaburu, contramaestre; Manuel Cameán Romero, marinero; Enrique García Rivera, marinero; Jesús Facál Canizas, marinero; Vicente Piñeiro Oubiña, mozo; Celestino Jesús Piñeiro Lago, mozo; Santiago Roca Povedano, engrasador; Carlos Herrero Lorenzo, engrasador; Evaristo Lopategui Ugarte, cocinero; José Quintáns Villanustre, primer camarero; Felipe García Berlanga, segundo camarero; y Benigno Echave Zubizarreta, marmitón. Ocho vascos, seis gallegos, un cordobés, un valenciano, un zamorano y un soriano incrementaban el enorme tributo humano pagado, una vez más, a la mar.


 


  Mi agradecimiento a Jaime Pons Pons.


 


Nota del Editor:  Manuel Rodríguez Aguilar, escritor e investigador marítimo, goza de una larga nómina de artículos publicados además de dos libros, cuya lectura recomendamos encarecidamente.  Una muestra de su obra puede verse en la página de Juan Manuel Grijalvo.


 



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