A finales del siglo XIX, un grupo de industriales vascos compraron varias minas de hierro en la Sierra Menera, próximas a la localidad turolense de Calatayud, que iban a constituir el embrión de lo que más tarde sería la Compañía Minera de Sierra Menera, fundada en 1900. La construcción del ferrocarril hasta Sagunto, una importante obra de ingeniería ejecutada entre los años 1903 y 1907 e impulsada por Ramón de la Sota, iba a constituir el despegue definitivo para la comercialización del mineral de hierro. Precisamente, el Puerto actual tiene su origen en la autorización administrativa y posterior construcción en la playa de Sagunto de unas instalaciones portuarias para el pretratamiento y embarque del mineral de hierro transportado hasta allí por dicho ferrocarril. Las necesidades en esos años eran importantes y la explotación fue creciendo rápidamente. En 1913 se extraían más de un millón de toneladas anuales (el 10 por ciento de la producción nacional), cantidad que siguió aumentando hasta la Primera Guerra Mundial, momento en el que empezó a decaer su interés, en parte debido a su elevado coste de transporte, disminución que continuó paulatinamente hasta su cierre definitivo en 1987.
En 1908, la Compañía Minera de Sierra Menera vendió a la norteamericana Beethlehen Steel Corporation una importante cantidad de mineral de hierro. El contrato firmado no se refería exclusivamente al mineral sino, también, a su transporte hasta los Estados Unidos y a otros países. Por entonces, la Compañía Minera de Sierra Menera tenía instalados en el puerto de Sagunto unos medios de carga propios para hacer muy rápidas las operaciones de embarque y despacho de buques. La naviera Sota y Aznar, encargada de la logística marítima, había pensado dedicar cinco unidades de gran porte para el transporte del mineral hasta el puerto norteamericano de Newport News y otros puertos europeos que se indicaran. Su excelente planificación, con marcada competencia y exactitud, proporcionó una buena rentabilidad a la propia naviera y a la compañía minera.
En los primeros años no hubo que lamentar percances importantes relacionados con el gran contrato. Sin embargo, 1911 no solo no siguió el mismo patrón sino que terminó siendo para la naviera Sota y Aznar en un año fatídico. Un adelanto lo constituyó la grave varada del URKIOLA-MENDI, de 3.552 TRB, en Norderney (Alemania) con un cargamento completo de algodón en pacas. Pero lo peor estaba por llegar. El primer día del mes de febrero se encontraban en Sagunto cinco buques pertenecientes a la naviera: ABANTO, de 1.665 TRB, SOMORROSTRO, de 1.815 TRB, SOLLUBE-MENDI, de 2.756 TRB, GANEKOGORDA-MENDI, de 3.061 TRB y BERMEO, de 2.836 TRB. Los tres primeros permanecían en el fondeadero de La Bañeza: el ABANTO cargado de carbón esperando atraque para su descarga, el SOMORROSTRO cargado con mineral y preparado para partir hacia Rotterdam, y el SOLLUBE-MENDI en lastre esperando atraque libre para cargar mineral. Por lo que respecta a los dos últimos, GANEKOGORDA-MENDI y BERMEO, se encontraban atracados en el muelle cargando mineral cuyo destino común era, igualmente, el puerto de Rotterdam.
De improviso se levantó a medianoche un violento temporal de levante sorprendiendo a los cinco vapores sin estar preparados y con la guardia bajada. Ninguno de ellos pudo levantar vapor en las calderas en tan poco tiempo y se convirtieron en cinco peleles a merced de la mar. Las consecuencias para algunos de ellos fueron terribles al resultar inútiles sus esfuerzos para salir mar adentro. El SOMORROSTRO garreó hasta encallar en unos arrecifes existentes entre el puerto de Sagunto y el muelle, a media milla de la Punta de La Bañeza, con la proa hacia la mar. El SOLLUBE-MENDI resultó mejor parado y, a pesar de los inconvenientes para levantar presión por culpa de las algas que obstruían los conductos de inyección, al final pudo salir del fondeadero y capear el temporal después de pasar bastante tiempo en situación comprometida. El GANEKOGORDA-MENDI rompió las amarras y fue lanzado contra la playa, teniendo mejor suerte su compañero de muelle, el BERMEO, que pudo salir y capear el temporal. En lo que respecta a nuestro protagonista, el ABANTO, a pesar de los esfuerzos de la tripulación, fue empujado por la tremenda fuerza de la mar y embarrancó a media milla de la Punta de La Bañeza, entre el puerto de Sagunto y el muelle, en los bajos de la playa de Canet.
Como ya se ha visto, de los cinco vapores el ABANTO fue el que tuvo peor suerte y el que se encontraba en situación más peligrosa, ya que estaba atravesado a la mar y encajado sobre los restos de un antiguo muelle del puerto de Murviedro (como se conoce históricamente a Sagunto), construido por los romanos. Al poco tiempo de encallar, la violencia del temporal lo partió en dos. Simultáneamente se produjo una tremenda explosión en las calderas que deshizo prácticamente al vapor desapareciendo bajo las aguas, lo mismo que su tripulación compuesta por 22 hombres, casi todos vascos, al mando del capitán Natalio de Larracoechea.
El ABANTO había sido construido en 1883 por el astillero británico Edward Withy and Co., en West Hatlepool, con el nombre de SARA. En 1889 fue renombrado ALCEDO al cambiar de naviera y un año más tarde sería adquirido por la Compañía Anónima del Vapor Abanto, perteneciente al Grupo Sota, que le proporcionaría su nombre. Se trataba de un mercante de 1.665 TRB, 971 TRN y 2.360 toneladas de Peso Muerto, con tres bodegas de carga y 79,9 metros de eslora, 10,7 de manga y 5,6 de puntal. Estaba propulsado por una máquina alternativa de triple expansión que desarrollaba 152 NHP (548 HP). Su señal distintiva era HBCM.
El día 2 de febrero continuaba el temporal aunque había cesado la lluvia. Las playas de la zona comenzaron a recibir el trágico testimonio del violento e inesperado temporal. Así, en la Malvarrosa aparecieron dos cuerpos, uno con el chaleco salvavidas, en Puzol otros dos y uno más en Albuixech. Al día siguiente la situación de los vapores era similar por culpa del incesante temporal y ya eran seis los cadáveres recuperados. Los médicos forenses pudieron identificarlos y correspondían al maquinista Alberto Rovenson, al palero Luis Blanco, al cocinero Juan Biloquina, al ayudante de cámara José N. (de 14 años) y a los marineros Felipe Oruece y José Mendiguchía. La autopsia revelaba en todos los casos como causa de su muerte la asfixia por sumersión con innumerables golpes en todo el cuerpo debidos a la acción mar.
Una pequeña mejoría en el estado del tiempo permitió a los equipos de salvamento comenzar con su trabajo a la vez que seguía la recuperación de cuerpos por varias playas. Entre tanto, la naviera Sota y Aznar había contratado a la empresa de salvamento danesa Em. Z. Svitzer's Bjergnings Enterprise A/S y a su remolcador VALKYRIEN, de 339 TRB, que llegó a Valencia el mismo día 3 de febrero. Como primera medida aconsejó aligerar la carga de los buques embarrancados arrojándola a la mar. El lunes cinco, el SOMORROSTRO continuaba embarrancado aunque estaba más cerca de la playa por la incesante acción del oleaje. Su tripulación combatía desde el primer momento pequeñas vías de agua en las bodegas de proa, aunque no se consideraban importantes. Gracias a una nueva mejoría del tiempo, el SOLLUBE-MENDI consiguió atracar y empezar con las operaciones de carga del mineral. Los primeros intentos del BERMEO, que estuvo muy activo, para sacar de su prisión al GANEKOGORDA-MENDI fueron inútiles y acabaron con los cables de remolque hechos trizas. Hasta ese momento se habían recuperado once cadáveres de los tripulantes del ABANTO, tres de ellos en la playa de Cullera.
Los esfuerzos del remolcador VALKYRIEN dieron sus frutos y el día 9, por la mañana, consiguió finalmente reflotar al SOMORROSTRO, que fue conducido al muelle con averías que pudieron repararse fácilmente. El remolcador se dirigió al puerto para hacer aguada y carbón, y acto seguido regresó para continuar con el salvamento del GANEKOGORDA-MENDI. La estrecha colaboración del remolcador danés con el BERMEO hizo posible el reflotamiento del vapor, que presentaba averías en el timón, en la máquina y dos vías de agua. Un nuevo cuerpo aparecido en la playa de Levante el día 15 pudo ser identificado y pertenecía al fogonero Tiburcio Goicoechea, tripulante del ABANTO. El lunes 20 de febrero aparecieron en la playa de Canet algunos cuerpos más ya en completa descomposición que se suponían pertenecientes a la tripulación del desdichado vapor pero que, debido a su estado, no pudieron ser identificados.
Mi agradecimiento a Fernando García Echegoyen, a Vicente Sanahuja y Jaime Pons.
Nota del Editor: Manuel Rodríguez Aguilar, escritor e investigador marítimo, goza de una larga nómina de artículos publicados además de dos libros, cuya lectura recomendamos encarecidamente. Una muestra de su obra puede verse en la página de Juan Manuel Grijalvo.